Noviembre 12 de 2011.
Viktor Frankl dijo una vez que es posible mirar el dolor de una manera creativa. Hoy lo intenté.
En lugar de dejarme arrastrar por pensamientos como: “¿Qué voy a hacer ahora que estoy enferma?”, “Perdí todo lo que era”, “Viviré siempre con dolor”, “Nada me sirve”, “Nunca seré como antes”, o “Así terminaré muy mal”, decidí mirar al dolor de otra forma. Con intención. Con conciencia.
Hoy comprendí que el dolor no vino a quitarme lo poco que me queda, ni a desgastarme entre lo justo y lo injusto. La vida, para todos, tiene algo de injusta. Pero también tiene destellos de sentido en medio del caos.
Hoy vi el dolor como un mensajero. Un llamado profundo a reconciliarme con viejas heridas, con esos otros dolores que escondí por años bajo la alfombra de la prisa y la costumbre. Y me conmovió darme cuenta de eso.
Viktor Frankl pudo haberse rendido en un campo de concentración nazi, viendo cómo su mundo se derrumbaba. Pero eligió otra mirada. En medio de la oscuridad, se aferró al amor por su esposa, se sostuvo con lo poco que su cuerpo podía ofrecerle, y transformó su sufrimiento en una fuente de sentido. Su cambio de mirada lo salvó.
Y si él pudo encontrar luz en ese abismo, quizá yo también pueda hacerlo. Quizá el dolor, mirado con nuevos ojos, pueda ser no solo una carga… sino una puerta. Una posibilidad de transformación.
Diana Carolina.