Abril 1 de 2024.
Los cumpleaños siempre nos movilizan. A mi, me gusta celebrarlos con rituales. Pruebo un lugar y una actividad. También hago journaling y medito para repasar mis experiencias vividas. Algo así como desechar y reciclar y abrir un nuevo ciclo con menos equipaje. Es que es inevitable no hacer el recuento del último año ese día, al menos para mi.
El viernes 29 me levanté y mi cuerpo dijo no al ritual. Con su NO me regaló la libertad de estar completamente presente en mi. Por supuesto, sentí rabia, porque el día del cumpleaños uno desea que nada se interponga. Pero tantas veces, me dice la experiencia, si el cuerpo «interfiere» no está estropeando sino avisando que viene una purificación interior y se requiere hacer espacio.
Mi cuerpo dijo no al ritual porque me debia PRESENCIA. La verdad, estoy agotada de evaluarme, de enceguecerme por objetivos, de seguir fórmulas para materializar. El ritual me iba a sacar de tiempo y algo que valoro hoy es poder habitarme en el instante. La vida es muy dificil cuando tenemos miedo. Me di cuenta de un miedo al futuro escondido en mi ritual. Porque muchas veces usamos los rituales para agarrarnos de algo tangible y sentir que controlamos lo incierto.
Estuve alegre, triste, en paz, agradecida, enamorada, miedosa. No busqué pasar un día maravilloso; más bien, me dejé encontrar por la maravilla de ser honesta con mis respuestas. Fue así, todo el día. Una conversación espontánea entre mi presente y lo que sentía plenamente en ese presente.
La presencia me regaló la pausa y gracias a esas maniobras que hacen sutilmente los animales, recalibré energía cósmica con mis dos gatas. El ritual era la presencia. Sí, fue habitar la presencia para «ver lo que hay detrás de las formas». Una frase que me regaló mi amado Josh. Debía descubrir que detrás de la forma sigo estando yo, libre, permitiendo más bien, que los objetivos del nuevo año me encuentren, con la misma intención de amarme . Celebrando los seres que amo y tengo a mi lado.