Los espejos humanos

2 de octubre de 2012.

A los 19 y a los 32 años, conocí dos mujeres brillantes que hicieron del dolor su identidad. A ellas yo las llamo mis espejos humanos.

A todas partes llevaban su dolor. Su vida profesional, familiar y social no existía sin su «cruz» ante la cual las otras personas escapábamos incómodos porque en su relato no había nada nuevo. Nunca supe quiénes eran esas dos mujeres más allá de su sufrimiento.

Sus espejos fueron un holograma o una visión a futuro. Yo le digo a este fenómemo la forma en que la vida me advierte de repertir historias. En ambas ocasiones, ellas proyectaron una posibilidad en la podría convertirme a los 40 y 60 años. Me aterró lo que vi. Pero, el miedo tiene esa cualidad de protegernos.

Vi en mis espejos el peligro de acostumbrarme a sufrir. Vi en mis dos espejos a dos víctimas, no de las circunstancias sino de ellas mismas. Vi a dos mujeres cerradas a la vida y enamoradas de la atención que conseguían a través del dolor.

Las personas en quiénes vemos un dolor interno con el que nos identificamos, vienen a recordarnos que detrás de nuestras agonías, siempre existe un Ser libre. Somos nosotros quiénes decidimos qué tantas cadenas nos atamos al dolor y cuánto de nuestra identidad está basado en la víctima.

A ellas, desde mi corazón les agradezco su destello de consciencia. Hoy también sé que soy espejo. Darme cuenta de esa realidad, me dio una responsabilidad social con el mundo. Aprendí a cuestionarme qué puedo hacer para que mi «drama interno» sea útil y le preste algún servicio al mundo.

Para navegar más en este tema, siempre recomiendo comenzar por Vicktor Frankl, y su maravillosa propuesta sobre encontrar el sentido de la vida en las tragedias humanas.

Diana Carolina González-Sánchez

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