23 de Noviembre de 2013.
Dolor, voy perdiendo el miedo de agradecerte. Gracias cuerpo, mente y corazón. En todos se halla una parte de mi sufrimiento y también de mi respuesta. Agradezco y agradezco y llego a estadios de mi historia que necesitaba conocer.
Dolor, voy perdiendo el miedo a detenerme si aún me siento bien y a dejar de aguantar aún si no has aparecido. Me salvo de ser mi propia víctima y mi verdugo al final del trayecto. Me salvo de atraparme en el sótano de la queja. Agradecer me da el coraje para moverme otra vez, esta vez, más consciente de mis posibilidades, aún si la espalda y las piernas me claman no hacerlo.
Agradezco para superar mi ego herido. Me reconcilio con los regalos que van llegando. El orgullo puede contaminar pero el agradecimiento me levanta fuerte.
Durante mi dolor, aprendo a dar las gracias sin esperar un motivo. Hallo en el aire, en la gota de agua o en mi mascota, a mis principales aliados. Observo y continúo y es un grandioso motivo para salir de la cama cuando la depresión se resiste.
Digo gracias y lo hago un hábito. Las células reciben todas mis palabras. Decir gracias me conecta en un diálogo más apacible y medido con la inmensidad. Al cuerpo le gustan las gracias porque se siente mejor.
Agradezco convencida. Hay un potencial en esta crisis, aunque aún no lo comprenda. La gratitud me toma de la mano y llego a mensajes que el dolor trata de decir mientras estoy distraída.
Doy las gracias constantemente. Es una manera creativa de aquietarme en mi pérdida de límites. Escribo y cuento mis regalos para recuperar poco a poco la confianza que habia perdido.
El agradecimiento es creación. GRACIAS. Es el mejor mantra. Aprendo a dar las gracias por el bienestar que necesito y misteriosamente, se va creando por sí solo.
Agradezco. Cierro. Confío y Abro de nuevo.
Diana Carolina González-Sánchez
Imagen: «Gratitud». Artista: Isabel Brina