Nuestros pasos

Marzo 2022. Hay relaciones simbólicas. La mía es con mis zapatos. Lo extraño es que siempre me dibujo descalza. Mis zapatos son mi territorio sagrado y los perdí durante tres meses en mi último cambio de casa.

En las mudanzas tengo la corazonada de que algo se va a perder. Ese día, todas las señales vinieron del señor encargado de mis zapatos. Él un inmigrante como yo. Le costaba cerrar las cajas, encontrar la cinta, acomodar los objetos, hacía preguntas. Estaba pero no estaba. Me alertó sobremanera su distracción entre mis zapatos. ¡Que se pierdan las ollas o el televisor, pero los zapatos no!

En mi análisis apresurado, supuse que su incomodidad tenía que ver con algún sentido de la dirección. En escenarios tan íntimos como las mudanzas, los inmigrantes solemos reflejarnos entre sí nuestro mundo interior y nos hacemos preguntas sobre el estado de nuestros pasos.

La única caja perdida entre sesenta fue la de mis zapatos. Sentí que la vida me obligaba a replantear mis pasos despojándome de las bases más íntimas que me arropan.

¿En dónde quedaba mi dirección si perdía todos mis pasos al mismo tiempo?

Tal vez, fue un llamado del espíritu de mis pies y de mis zapatos. Para quienes portamos el impulso de movernos de un sitio a otro, los pies y los zapatos tienen serias inquisiciones: ¿A dónde vamos? ¿Cómo pisas en la vida? ¿En dónde es tu lugar? ¿Sigues sobreviviendo? ¿Tus pasos son tus pasos?

Tus zapatos son en lo que te estás probando. Algunos psicoanalistas, dicen que los impases con tus zapatos y tus pies se tratan de tus ideas de libertad, de tu relación con la supervivencia e incluso con la alegría.

Personas fascinadas con mi relato me animaron a hacerme un ajuar de zapatos nuevos. En principio, dudé, porque los pasos no se caminan todos al mismo tiempo. Hay una mística en el día, lugar y momento en el que te pones unos zapatos por primera vez, para mi es un ritual.

Pero, al final, los consejos ganaron y me fui al shopping a comprarme unos zapatos. En la tienda todo resultó normal. En la casa, no. Al llegar, abrí la caja, me los calcé, bajé la mirada y los rechacé. Me vi parada en los zapatos de un ancestro. ¿Tal vez estoy a punto de repetir unos pasos? Me pregunté.

La vida nos da verdades repentinas.

La distracción del señor de la mudanza reveló una historia de la que necesito desatarme. Con frecuencia, nuestros pies andan repitiendo y reparando los pasos de otros y a eso hay que ponerle un fin. Yo no quiero repetir. Yo no quiero reparar más. Yo quiero andar mi propio camino.

Devolví los zapatos nuevos y días después, antes de mi cumpleaños 43 la caja perdida estaba otra vez en casa.

Diana.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *