Noviembre, 2021.
Soy muy tímida publicando mi vida privada. De hecho, me volví mucho más reservada desde que empecé a acompañar el camino de otros. Tuve la sensación de que al mostrarme vulnerablemente humana perdería credibilidad o mi trabajo se vería menos «serio».
Es una esclavitud a la que llegué seguramente porque en el pasado estuve rodeada de muchas personas académicas y de empresas preocupadas por la reputación y la imagen pública. Pero esa esclavitud no es mia, y me quiero salir de ella, como tantas cadenas que nos colgamos que son ajenas a nuestro más alto propósito.Sé que mi alma es todo lo contrario, es extrovertida, es alegre, es sonriente, de hecho esa es la mayor memoria que tengo de mi espíritu de niña.
Estuve pidiendo mucho en estos días salirme de la programación «guardar la imagen» y ayer justo me llegó una prueba. Después de tantos días alejada de la vida social, me encontré con dos mujeres maravillosas y sentí unos unos nervios enormes cuando me dijeron que nos tomáramos una foto. ¡Esa es la incomodidad que necesitaba! Necesitaba verme allí coincidiendo con dos almas extrovertidas y valientes, allí, frente a la grandeza del mar, y darme cuenta que no podía seguir apocándome por continuar esclava de guiones que no necesito más en mi camino.
Lo que resuena entre los humanos no son ni nuestras reglas, ni nuestras murallas, ni nuestras corazas. Lo que resuena entre nosotros es el amor, la vulnerabilidad, la sensibilidad nuestra capacidad de expandirnos, no de achicarnos.
¡Somos el universo entero y nuestra esencia lo sabe!
Alguna vez escribí que en la incomodidad despierta la esencia, y es así, pero hay que jugársela completo. Esta foto fue símbolo de cierres y renacimientos para ellas y para mi también. Es la celebración por la vida, el bienestar y sobre todo por la libertad individual en medio de tantas autoimposiciones absurdas.
¡Gracias Keila y Eliana Rueda por este momento mágico!
Diana Carolina.