24 de marzo de 2020
Que se caiga lo que se tenga que caer.
Hoy no queda de otra!
Dejar de luchar para que el plan se cumpla.
Que se desmorone la educación obsoleta.
Que se replanteen los horarios que nos destierran del hogar.
Que se demuestre que estar quietos también nos hace productivos.
Ante los planes que se nos derruman hoy: horarios, hábitos, acuerdos, tareas escolares que embrutecen, roles profesionales que aprisionan, responsabilidades autoimpuestas…
No corramos a poner más ladrillos.
Que se caiga lo que se tenga que caer.
Es imposible controlarlo todo.
Un intento de control ahora es una afrenta a la cuántica, al movimiento, al principio de la incertidumbre.
Si se cimbronean las estructuras, movámonos con ellas.
Hoy cualquier cosa que no es auténtica ya no puede sobrevivir. Y el mayor movimiento interior que un adulto reclama cuando crece es volver a ser auténtico.
Los trabajos, los libretos sociales, la educación ciega, los vínculos, cualquier cosa construida sobre bases incoherentes están proyectados para caerse.
Siento que estamos retornando.
Rindámonos.
Relajémonos ante el desmorone.
Aprovechemos.
Que dentro de nosotros se caiga lo que se tenga que caer.
Sobrecargas familiares, falsas creencias, miedo a ser rechazados, ideas prestadas, apariencias sociales, necesidad de llenarnos con cosas, puntos de vista que hace rato nos hacen ruido.
En el «aburrimiento» y en el «encierro», el niño herido salta porque sabe que puede ser escuchado.
¿Qué no se quiere quedar quieto en nosotros?
¿Cuál es nuestro berrinche interior?
Qué preguntas y qué quejas no nos atravemos a dar?
¿Qué tratamos de controlar para que no se nos caiga?
¿En qué estamos hartos de fingir?
Nada renace si no se muere.
Y una parte de nosotros está cayendo.
Que se caiga lo que se tenga que caer.
Diana Carolina González-Sánchez
Arte: Anime girl. Falling Tower