Merecimiento y pertenencia

Mayo 5 , 2017.

Desde el punto de vista del merecimiento, una de las causas por las cuales la mujer no vive su propia historia, es porque no se permite superar la historia con su herida familiar.

Cuando hablo de herida me refiero a un acontecimiento clave de nuestra historia que incluso siendo adultas determina y limita la vida que llevamos.

La gran paradoja es que desde la herida sentimos que también pertenecemos a nuestra familia. La herida nos une. La herida nos da un lugar en la familia.

Entonces, al trabajar en el merecimiento dudamos y nos preguntamos: ¿si sano mi herida, ya no perteneceré a mi familia?

Sí, ¡claro que sí seguirás perteneciendo!, pero de una manera renovada y más lúcida. Aunque la no pertenencia nos duele y nos mueve nuestras estructuras de identidad, también el miedo a no pertenecer nos hace curiosas. Nos anima a averiguar aquello que se quiere manifestar a través de nosotras, por encima de la herida familiar.

Sé que es dificil salirnos de esta herida porque implica renunciar al destino familiar. Significa ser más alegres y más prósperas que nuestros padres. Significa superar la historia de nuestra mamá. Significa mejorar el destino de nuestros hermanos y ancestros.

Rebelarnos ante el destino familiar, puede ser un camino de mucha soledad y a veces de culpa porque sentiremos que traicionamos a nuestro grupo. Tendremos que estar atentas porque para sentirnos menos solas buscaremos que nuestros padres y hermanos se parezcan a nosotras, que nos entiendan, que sanen.

Esto no siempre es posible.

Aquí nos sirve darnos cuenta que por más que querramos revolucionar el pensamiento en nuestra familia, hay realidades que son más grandes que nosotras. Algunas veces solo tendremos que decir «sí, así son sus vidas».

Para trabajar el merecimiento propio y afianzar la pertenencia nos sirve abrirnos a nuevas tribus. Nos sirve buscar personas, actividades y grupos con los que nos identifiquemos.

Elegir nuestra voz original no implica dejar de pertenecer a nuestra familia. Implica que nos hicimos cargo de saldar nuestra herida familiar. Salirnos de la caja es hacer un «upgrade» de ese destino familiar. Eso es vivir desde el merecimiento.

¿Cómo nos damos el permiso de merecer un mejor destino?

Tomando conciencia sobre la herida con la que seguimos identificadas.

¿Cuál fue mi interpretación de niña sobre la herida familiar?

¿Cuál es mi intepretación de esa misma herida ahora de adulta?

¿A qué temo dejar de pertenecer?

Al indagar en esos acuerdos recordamos quiénes éramos antes de la herida para replantearnos qué vida merecemos, ahora. Esto ante todo eso es pertenecerse a sí misma.

Diana

Imagen: Victoria Villasana

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