Ya no me duele migrar

Marzo 2 de 2021

Ya no me duele migrar.

Sé que me dejó de doler hace tiempo, pero me estaba obligando a que doliera para siempre.

Quizás porque nuestra lealtad con el dolor es en realidad una lealtad de amor a nuestras historias.

Quizás porque cuando elegimos la alegría sobre el dolor nos sentimos cometiendo un acto insensible y egoísta.

Quizás porque cuando ya no nos duele el dolor de una decisión sentimos que estamos traicionando a las personas, proyectos de vida, lugares y situaciones que fueron parte de esta.

No implica que algo que fue doloroso, tenga que doler siempre.

Hoy reconocí que por muchos años hice de la migración un tema doloroso porque creí que irme era una falta.

La ecuación irse = dejar, abandonar y perderme de momentos de amor me acompañó por años. Como si con una decisión tan grande y placentera uno tuviera que vivir en saldo en rojo por el resto de su vida o anestesiarse para no sentir.

No. Hoy confirmé dentro de mí, que migrar no tiene que ser una experiencia dolorosa, por lo tanto, no hay razón para anestesiarse.

Alegremente, se me cayó ese velo.

La migración es una ganancia. Veo mi camino y confirmo que migrar no tiene que ser olvido, ni renuncia, ni traición.

Al contrario, nuestras migraciones físicas y emocionales (porque todos tenemos migraciones internas) son pulsiones para descubrir nuevas y mejores formas de amar, y desde el amor, el dolor se transforma.

Se puede vivir en otro país sin que duela.

Se puede mirar atrás una decisión dolorosa y al mismo tiempo permitirnos iniciar una nueva vida dichosos y sin remordimiento.

Se puede pertenecer a una familia ya no local sino global, reinventando las tradiciones que tanto nos hicieron felices en la niñez, cuando vivimos con abuelos y amigos del barrio.

Las veces que llevé conmigo el dolor de la migración, sentí que algo me faltaba, que estaba fallando, que no lo estaba haciendo bien, que tenía que esforzarme el doble. Me costó disfrutar mi decisión.

Tuve miedo de romper mis lealtades porque creí que si las rompía amaría menos. Al contrario.

¡Al contrario!

La migración dejó de dolerme gracias al AMOR manifestado en mi vida de varias formas: a través de la reconciliación con mi cuerpo, porque volví a la danza y arte de mi niñez, en el descubrimiento de la naturaleza y de mis ancestros. Y gracias a uno muy especial y aparentemente imposible: el vínculo mágico que tengo con mi sobrina en Colombia.

Hoy sé que si algo te deja de doler significa que te ha importado de verdad, que hiciste tu esfuerzo por salir del bucle y que muy dentro de ti pudiste hacer alquimia. Ese amor es la energia que te permite compartir lo mejor de tus raices estés en donde estés.

Así como la vida, la migración también puede ser una experiencia gozosa y placentera.

DCGS

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