Agosto de 2018. A Greensboro, NC.
Las ciudades tierra huelen a pino. En una casa en la que viví durante tres años en las montañas de Carolina del Norte, conocí uno con el que hablé casi todos los días. Algunos ancestros aparecieron a través de él gracias a la forma del árbol. Si miras al cielo la punta del pino parece comunicarse sutilmente con las nubes viajeras. Si miras a la raíz lo notarás estoico remitiéndote al contacto con el espíritu de la tierra y del más allá.
Por todo este tiempo, me comuniqué con ese pino. Absorbí su cura y medicina a tal punto que encontré un método para dejarle mis anhelos a la Tierra de modo que ella los arrullara y les diera nutrición y cuerpo sin tanto esfuerzo.
Tengo una anécdota con los seres de este jardín. Días antes de cambiarme de casa un zorro se sentó junto a una planta rosa que habíamos sembrado para los nuevos huéspedes, diagonal al árbol de pino.
Ellos, el zorro, la planta y el pino, asistieron a mi despedida con la familiaridad de quienes se juntan sincrónicamente para dar un mensaje final…o ¿inicial?
¿Pinos susurrando nuevos pasos?
¿Zorros con alma de profeta?
¿Flores ayudándote en un viaje?
Sí.
De los lugares tierra no puedes marcharte sin antes comprobar que la naturaleza también habla.
Siempre.
DCGS