Diciembre 6 de 2018.
Nos asusta ser más que ella.
Tener más que ella. Amar más que ella.
Nos asusta superar la historia de nuestra madre.
Crecimos interpretándola.
Llevamos en las células el día que nos dijimos en silencio: «mi madre dejó sus sueños, su vida, su verdadero amor, por elegir tenerme».
Ese es el amor leal. Esa la voz de la inocencia.
Porque la niña no tuvo filtros. No tuvo a quién preguntar. Nadie vino a explicarle. Solo tomó de su madre un pedacito mínino de realidad y por amor se lo hizo propio. Un amor que dejó una herida.
La adulta que sana la herida, es la mujer que elige vivir su propia historia. La adulta que sana la herida, es la mujer que sin culpas, ni cargas, ni saboteos, se pone de primeras. Elige su vida.
La adulta que sana la herida, es la mujer que limpia sus memorias para recibir el amor bonito.
Es la mujer que disfruta de la abundancia, que no le teme a la libertad, que sale al mundo en busca de su propósito.
Es la mujer que afina su existir en armonía con su alma.
Es la mujer que renace. La mujer que se da el permiso de ser, querer, tener y querer tener sin miedo a traicionar el amor por su madre.
Diana Carolina.
Imagen: «Mother and Daugther». Saundra Lane Fine Art.